Por muchos años se ha visto a la mujer encasillada por los estigmas más antiguos de nuestra sociedad. Si analizamos bien el tema no estamos tan alejados de una sociedad de hace cuarenta años. Ha habido cambios, muchos de ellos notables, como es, por nombrar algo, el derecho a sufragio femenino, pero aún faltan muchos aspectos por mejorar.
Hoy en día podemos ver, todavía, una clara desigualdad en cuanto a las posibilidades de surgir dentro de la sociedad y también respecto a la marginación que se hace a aquellas mujeres que enfrentan problemas económicos, familiares, madres solteras, entre otros. A pesar de que nuestro país no es de los más represivos en estos temas, es obvio que todas estas situaciones deficientes, y que hoy la gente toma con muy poca relevancia, hacen que falte mucho para llegar a una sociedad realmente igualitaria.
En el caso de Medio Oriente, por ejemplo, es posible tener una visión bastante cruda de lo que es su comunidad. Las mujeres están limitadas a cumplir como compañeras, junto a otras, de su marido, mientras que este tiene la posibilidad de tener cuantas esposas pueda mantener. Si una mujer se ligara a otro hombre es cruelmente castigada y humillada por su entorno, tanto familiares como otras personas. Tomando como ejemplo esta situación (nótese que pueden nombrarse muchas otras en distintas partes del mundo) no podemos decir que el mundo está exento de desigualdades. Por lo tanto, más allá de una religión o costumbres estamos hablando de mujeres sometidas a un trato que, claramente, no es el más digno.
En nuestro país podemos ver esta desigualdad reflejada, entre otras cosas, en el sueldo entre mujeres y hombres. Las mujeres reciben un 30% menos en sus remuneraciones por realizar el mismo trabajo que un hombre. Un tema nada menor, si se considera que en nuestro país el 40% de los hogares son mantenidos por mujeres. La sociedad ha buscado y logrado marcar fuertemente la vida de las mujeres, dándoles funciones como son el cuidado del hogar y la familia. La discriminación a las madres solteras también es algo que es más común de lo que muchos podrían pensar. Estas problemáticas y otras son las que deben enfrentar a diario miles de mujeres en muchos países de distinto rango económico, político o independientemente del tipo de familia de donde provengan. Sin embargo, a pesar de estas serias dificultades, existen quienes se atreven a decir que Chile es un país que progresa diariamente, en donde viven personas tolerantes, entonces ¿por qué estos problemas siguen presentes, marginando, discriminado, estigmatizando y denigrando la actitud de la mujer?
Aún cuando las puertas de oportunidades se han ido abriendo, lentamente con el paso de los años, no podemos estar satisfechas (os) con lo que acontece en el mundo, no estaría bien resignarnos a vivir de una forma que, sabemos, no es la mejor. Podemos y debemos exigir más, como personas, por una sociedad, para acabar con el yugo de quienes piensan y asumen este modo de vida. Tenemos que terminar con la falsa libertad, esa libertad vigilada que no sólo afecta a mujeres, sino también a niños, ancianos, estudiantes, indigentes y a la población en general. Por esto es que estamos en nuestro derecho cuando hablamos de desigualdad social y represión, sobre todo cuando exigimos los cambios que nos beneficien.
Así como avanza el mundo, también deben avanzar y mejorar nuestras expectativas para la vida de las personas, debemos avanzar nosotros (as) en el sentido de ser más tolerantes y más racionales con todos y todas.
Podemos darnos cuenta de que la lucha por la emancipación femenina ha cesado ya que hoy muchas mujeres han optado por la resignación y la sumisión a aquello que se ha impuesto para ellas, ya no luchan por cambiar su situación. ¿Con esto podemos deducir que la mujer se menos valora? Por lo visto sí, y esto se evidencia en el cese de manifestaciones de corte feminista, el abuso intrafamiliar y el silencio de sus víctimas hasta llegar al femicidio que, por lo demás, se ha presentado en cifras alarmantes: 35 víctimas fatales desde el 8 de enero hasta el 2 de septiembre del 2009. Es por esto que no podemos entender el desinterés de la población y de las autoridades.
Necesitamos reformas, leyes que protejan a la mujer de las discriminaciones, de las injusticias que se presentan en nuestras vidas. Aún así, entendemos que somos nosotras mismas quienes podemos y debemos cambiar nuestra situación, levantando la voz hasta ser escuchadas.
Tenemos que estar conscientes de lo que estamos viviendo y de aquello que podemos cambiar para mejorar nuestra calidad de vida. Nadie pedirá por nosotras lo que necesitamos y es por esto que somos quienes debemos estar activamente involucradas, quienes tienen que ir junto a la bandera de lucha libertaria que exige el cambio de visión hacia nosotras. Vivamos con autonomía, con actos de profunda disidencia en contra del dominio.
Hoy en día podemos ver, todavía, una clara desigualdad en cuanto a las posibilidades de surgir dentro de la sociedad y también respecto a la marginación que se hace a aquellas mujeres que enfrentan problemas económicos, familiares, madres solteras, entre otros. A pesar de que nuestro país no es de los más represivos en estos temas, es obvio que todas estas situaciones deficientes, y que hoy la gente toma con muy poca relevancia, hacen que falte mucho para llegar a una sociedad realmente igualitaria.
En el caso de Medio Oriente, por ejemplo, es posible tener una visión bastante cruda de lo que es su comunidad. Las mujeres están limitadas a cumplir como compañeras, junto a otras, de su marido, mientras que este tiene la posibilidad de tener cuantas esposas pueda mantener. Si una mujer se ligara a otro hombre es cruelmente castigada y humillada por su entorno, tanto familiares como otras personas. Tomando como ejemplo esta situación (nótese que pueden nombrarse muchas otras en distintas partes del mundo) no podemos decir que el mundo está exento de desigualdades. Por lo tanto, más allá de una religión o costumbres estamos hablando de mujeres sometidas a un trato que, claramente, no es el más digno.
En nuestro país podemos ver esta desigualdad reflejada, entre otras cosas, en el sueldo entre mujeres y hombres. Las mujeres reciben un 30% menos en sus remuneraciones por realizar el mismo trabajo que un hombre. Un tema nada menor, si se considera que en nuestro país el 40% de los hogares son mantenidos por mujeres. La sociedad ha buscado y logrado marcar fuertemente la vida de las mujeres, dándoles funciones como son el cuidado del hogar y la familia. La discriminación a las madres solteras también es algo que es más común de lo que muchos podrían pensar. Estas problemáticas y otras son las que deben enfrentar a diario miles de mujeres en muchos países de distinto rango económico, político o independientemente del tipo de familia de donde provengan. Sin embargo, a pesar de estas serias dificultades, existen quienes se atreven a decir que Chile es un país que progresa diariamente, en donde viven personas tolerantes, entonces ¿por qué estos problemas siguen presentes, marginando, discriminado, estigmatizando y denigrando la actitud de la mujer?
Aún cuando las puertas de oportunidades se han ido abriendo, lentamente con el paso de los años, no podemos estar satisfechas (os) con lo que acontece en el mundo, no estaría bien resignarnos a vivir de una forma que, sabemos, no es la mejor. Podemos y debemos exigir más, como personas, por una sociedad, para acabar con el yugo de quienes piensan y asumen este modo de vida. Tenemos que terminar con la falsa libertad, esa libertad vigilada que no sólo afecta a mujeres, sino también a niños, ancianos, estudiantes, indigentes y a la población en general. Por esto es que estamos en nuestro derecho cuando hablamos de desigualdad social y represión, sobre todo cuando exigimos los cambios que nos beneficien.
Así como avanza el mundo, también deben avanzar y mejorar nuestras expectativas para la vida de las personas, debemos avanzar nosotros (as) en el sentido de ser más tolerantes y más racionales con todos y todas.
Podemos darnos cuenta de que la lucha por la emancipación femenina ha cesado ya que hoy muchas mujeres han optado por la resignación y la sumisión a aquello que se ha impuesto para ellas, ya no luchan por cambiar su situación. ¿Con esto podemos deducir que la mujer se menos valora? Por lo visto sí, y esto se evidencia en el cese de manifestaciones de corte feminista, el abuso intrafamiliar y el silencio de sus víctimas hasta llegar al femicidio que, por lo demás, se ha presentado en cifras alarmantes: 35 víctimas fatales desde el 8 de enero hasta el 2 de septiembre del 2009. Es por esto que no podemos entender el desinterés de la población y de las autoridades.
Necesitamos reformas, leyes que protejan a la mujer de las discriminaciones, de las injusticias que se presentan en nuestras vidas. Aún así, entendemos que somos nosotras mismas quienes podemos y debemos cambiar nuestra situación, levantando la voz hasta ser escuchadas.
Tenemos que estar conscientes de lo que estamos viviendo y de aquello que podemos cambiar para mejorar nuestra calidad de vida. Nadie pedirá por nosotras lo que necesitamos y es por esto que somos quienes debemos estar activamente involucradas, quienes tienen que ir junto a la bandera de lucha libertaria que exige el cambio de visión hacia nosotras. Vivamos con autonomía, con actos de profunda disidencia en contra del dominio.